Historia
- grupo3iad
- 31 ago 2015
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Existieron muchas tribus en la Edad de Piedra en Italia pero la que domino la peninsula por mucho tiempo fueron los Etruscos que se encontraba entre los rios Arno y Tiber. Entre ellas se encontraba Cerveteri, Tarquinia, Veyes, Perugia, Volterra y Arezzo. El nombre de su territorio se conserva en el término Toscana donde aún se mantienen muchos asentamientos.

Se sabe de los etruscos porque se encontro muchos vestigios de ellos en los cementerios, en Tarquinia cerca de Roma, se conocian porque eran temibles guerreros y marinos. Mientras los Etruscos estaban ocupados en el centro los comerciantes griegos comenzaron a a conquistar Sicilia y la parte de la costa de Italia, que en conjunto se conocio como Magna Grecia. Presperaron hasta el Siglo III a.c. y los templos dóricos del sur de Italia y Sicilia son testigos de la civilización Griega.
Los intentos de los etruscos por conquistar asentamientos griegos fracasaron y apresuraron su declive, aunque la sentencia de muerte tendría una procedencia inesperada: la sucia aunque próspera ciudad latina de Roma.

Existen muchos mitos pero el mas conocido que fue fundada por Rómulo hijo de Eneas, héroe troyano y de la diosa Venus 753 a.C. Rómulo y su hermano Remo, huérfanos, fueron amamantados por una loba. Luego, Rómulo mataría a Remo y fundo Roma en su honor. Hay un punto en que leyenda e historia se entremezclan. Se dice que siete reyes siguieron a Rómulo y al menos tres fueron gobernantes etruscos. En el 509 a.c. unos nobles que no estaban contentos expulsaron de Roma al último rey etrusco, Tarquino luego siguió el Servio Tulio, llenando el Senado de aliados e introdujo reformas ciudadanas que llenaron el poder de la aristocracia. Hartos de la Monarquía, los nobles fundaron la República Romana. Después de unos siglos, esta diminuta ciudad acabaría por convertirse en la mayor potencia de Italia, desterrando progresivamente a los etruscos, cuyo idioma y cultura habían desaparecido hacia el s. II d.c.
La Republica de Roma
Su principal característica era el poder que caía en manos de dos cónsules, que eran los líderes políticos y militares y eran elegidos por la asamblea popular por un lapso de un año asesorados por el Senado que eran vitalicios.
Los monumentos tenían las iniciales SPQR (Senado y Pueblo de Roma), originariamente el pueblo tenía poco que decir. Las iniciales todavía se utilizan y muchos de los romanos dirían que las cosas han cambiado poco. Los plebeyos que eran la mayoría de los ciudadanos sin derecho a voto lentamente fueron obteniendo privilegios después de dos siglos después de la fundación de la República. Algunos incluso fueron nombrados cónsules y la gran parte de las distinciones entre ambos grupos habían desaparecido. A pesar de ello, el sistema aparentemente democrático era en gran medida oligárquico, con una clase política bastante estrecha entre patricios o plebeyos que se daban por las posiciones de poder en el Gobierno y el Senado.
Roma etruscos y griegos llamaron la atención de los romanos con la escritura, que encontraron útil para los documentos, desarrollaron la literatura. Finalmente, el panteón griego de los dioses formó la base para el culto romano. Se trataba de una sociedad patriarcal y su principal componente era el hogar familia.
Los ejércitos romanos conquistaron la península italiana. Las ciudades derrotadas no eran adhirieron directamente, y fueron obligadas a actuar como aliadas: mantenían su gobierno y territorio y a cambio debían proporcionar tropas al ejército romano cuando se les exigía esto, una de las claves de su éxito. La protección ofrecida por Roma incitaba a muchas ciudades se volvieran aliadas de forma voluntaria. Las guerras en Oriente y contra rivales como Cartago le otorgaron a Roma el control sobre Cerdeña, Sicilia, Córcega, la Grecia continental, la península Ibérica, la mayor parte del norte de África y parte de Asia Menor hacia el133 a.c.
A medida que el Imperio crecía, hicieron autopistas. Con las calles hicieron la repartición de correo. Era posible enviar mensajes a cualquier lugar del Imperio en cuestión de días o semanas mediante mensajeros a caballo.
En el siglo II a.c., Roma era la ciudad más importante del Mediterráneo y contaba con 300, 000 habitantes. La mayoría eran esclavos o personas libres de clase baja. Se levantaban manzanas de viviendas de ladrillo y madera junto a monumentos inmensos. Uno de los últimos fue el Circo Flaminio, escenario de algunos de los espectaculares juegos celebrados cada año. Estos acontecimientos cobraron cada vez más importancia para los romanos, que se agolpaban para ver luchas de gladiadores y fieras salvajes.
En el año100 a.c., Julio César demostró ser uno de los mejores generales, y conquistadores y hábiles administradores de Roma, su sed de poder fue su perdición.
Fue partidario del cónsul Pompeyo, que desde el 78 a.c. una figura principal en Roma tras eliminar a las rebeliones de Hispania y eliminar la piratería. El propio César había pasado varios años en Hispania, ocupándose de las revueltas fronterizas, y a su regreso a Roma en el 60 a.c. formó una alianzas con Pompeyo y Craso. Los dos apoyaron la candidatura de César como cónsul.
A fin de consolidar su posición en el juego por el poder, César necesitaba un cometido militar de envergadura. Le llegó con la orden de gobernar la Galia posteriormente doblegar a otras. En los cinco años siguientes sometió a toda la Galia y realizaron incursiones en Britania y en la otra orilla del Rin. En el51 a.c. acabó con la última gran revuelta de la Galia, liderada por Vercingétorix.
Para entonces, César era respaldado por un ejército veterano y leal. Celoso del creciente poder de su antiguo protegido, Pompeyo rompió su alianza política con Julio César.
Promovió una serie de reformas, puso a punto el Senado y se embarcó en un programa de edificaciones.
Hacia el 44 a.c. era evidente que César no tenía la intención de restaurar la República y en el Senado creció el descontento, incluso entre antiguos partidarios suyos como Marco Junio Bruto, que pensaron que había ido demasiado lejos. Indiferente ante los rumores de un intento de asesinato, César prescindió de su escolta. Finalmente, un pequeño grupo de conspiradores dirigidos por Bruto le apuñaló en una sesión del Senado en los idus de marzo del 44 a.c., dos años después de ser proclamado dictador vitalicio.
En los años sucesivos a su muerte, su lugarteniente Marco Antonio y su heredero designado, su sobrino nieto Octavio, se lanzaron a una guerra civil contra los asesinos de César. Las cosas se calmaron al tomar Octavio el control de la mitad occidental del Imperio y Marco Antonio se dirigió hacia el este, pero al enamorarse perdidamente de Cleopatra VII en el 31 a.C., Octavio le declaró la guerra y finalmente derrotó a la pareja en Actium (Grecia). Al año siguiente, Octavio invadió Egipto, convirtiéndolo en provincia de Roma después de que Marco Antonio y Cleopatra se suicidaran.

Augusto
Octavio permaneció como único gobernante del mundo romano y hacia el19 a.c. fue proclamado Augusto (sumo pontífice) y el Senado le concedió un poder prácticamente ilimitado. Se convirtió en emperador.
Las artes prosperaron bajo su mandato, habitantes y todos los símbolos de una capital imperial: su riqueza y prosperidad se hacían patentes en los ricos mosaicos, templos de mármol, baños públicos, teatros, circos y bibliotecas. Gente de toda raza y condición confluía en la capital. La pobreza se extendía entre una clase baja, a menudo descontenta. Augusto creó la primera policía de Roma a las órdenes de un prefecto de la ciudad para poner freno a la violencia.
Llevó a cabo otras trascendentales reformas. Aumentó la eficacia del ejército, el servicio militar abarcaba de los 16 años 25 años, pero Augusto mantuvo su obligatoriedad al mínimo, convirtiéndolo en gran medida en un cuerpo voluntario. Consolidó una Roma con tres clases sociales. La más rica e influyente siguió siendo la de los senadores. Por debajo de ellos, los denominados equites acapararon puestos en la administración pública y aportaron oficiales al ejército. La clase baja la componía la popularidad. El sistema distaba de ser rígido y la movilidad social era posible.

Un siglo después de su muerte a los 75 de edad, el Imperio había alcanzado su mayor extensión. Con Adriano abarcaba desde la península Ibérica, Galia y Britania hasta una línea que fundamentalmente seguía los ríos Rin y Danubio. La totalidad de los actuales Balcanes y Grecia, junto con las zonas inmensas territorios que alcanzaban el mar Negro, se hallaban bajo el control de Roma. La mayor parte de la actual Turquía, Siria, Líbano, Palestina e Israel estaba ocupada por las legiones romanas y conectada con Egipto. Desde allí, una profunda franja de territorio romano se extendía por todo el norte de África hasta la costa atlántica en lo que es hoy el norte de Marruecos. El Mediterráneo era un lago de Roma.

Una nueva fuerza religiosa, el cristianismo, ganaba popularidad. Durante el reinado de Diocleciano la persecución a los cristianos se convirtió en práctica común, política que revirtió Constantino I en el Edicto de Milán.
A raíz de ello, devino el primer dirigente cristiano del Imperio romano y encargó la primera basílica cristiana de la ciudad, San Giovanni in Laterano.
Más tarde, el Imperio se dividió en dos, con su segunda capital, Constantinopla fundada por Constantino. Fue este Imperio oriental, Bizancio, el que sobrevivió cuando Italia y Roma fueron invadidas. Se extendía desde algunas zonas de los actuales Montenegro y Serbia hasta Asia Menor, una franja costera de lo que hoy es Siria, Líbano, Jordania e Israel hasta Egipto, y un sector del norte de África tan al oeste como la actual Libia. Los intentos de Justiniano por recuperar Roma y la desmembrada mitad occidental del Imperio nunca prosperaron.

Poder del Papa
A través del caos de invasiones y contra invasiones en el norte, el papado se estableció en Roma como fuerza espiritual y secular.
Los papas fueron astutos y se sacaron de la manga la Donación de Constantino, documento según el cual el emperador supuestamente había garantizado el control de la Iglesia sobre Roma y sus territorios aledaños.
A cambio del reconocimiento formal del control del papado sobre Roma y los territorios colindantes, en poder bizantino desde entonces conocidos como Estados Pontificios, concedieron a los francos un papel principal, aunque ambiguo, en Italia, y a su rey Carlomagno el título de emperador del Sacro Imperio Romano Germánico transferido al norte de los Alpes, donde permanecería durante más de mil años.
El escenario quedaba dispuesto para un futuro de luchas aparentemente interminables. De igual modo, las familias aristocráticas de Roma se enzarzaron en la disputa por el papado. Durante siglos, se batallaría despiadadamente por la corona imperial e Italia sería con frecuencia el principal campo de batalla. Los emperadores romanos intentarían una y otra vez imponer su control sobre unas ciudades italianas con una mentalidad cada vez más independiente, e incluso sobre la propia Roma. A modo de respuesta, los papas se servían continuamente de su poder espiritual para doblegar a los emperadores y favorecer sus propios fines.
A finales de la Edad Media surgieron dos bandos: los güelfos que apoyaban al papa y los gibelinos a favor del emperador.


Mientras el sur de Italia tendía a los gobiernos centralizados, en el norte ocurría lo opuesto. Ciudades portuarias como Génova, Pisa y especialmente Venecia, junto con núcleos del interior como Florencia, Milán, Parma, Bolonia, Padua, Verona y Módena, se mostraban cada vez más insolentes ante los emperadores.
La creciente de las ciudades y su independencia también suscitaron conflictos con Roma, que se veía cada incapaz de ejercer influencia sobre ellas; de hecho, el control sobre algunos de sus Estados Pontificios fue a veces cuestionado. Atrapadas entre el papado y los emperadores, no es de extrañar que estas ciudades no dejaran de cambiar de aliados, con tal de servir mejor a sus propios intereses.
Entre los siglos XII y XIV se desarrollaron nuevas formas de gobierno. Venecia adoptó un sistema oligárquico parlamentario en un intento por conseguir una democracia limitada una forma de gobierno republicano dominado al principio por aristócratas, pero luego cada vez más por las acaudaladas clases medias.
En algunas ciudades, grandes dinastías como los Médicis en Florencia y los Visconti y Sforza en Milán llegaron a dominar sus respectivos escenarios. La guerra entre ciudades era una constante y finalmente unas pocas, sobre todo Florencia, Milán y Venecia, emergieron como potencias regionales y absorbieron a sus vecinos. Su poder se basaba en una mezcla de comercio, industria y conquista.

Estas ciudades dinámicas, de mentalidad independiente, fueron terreno fértil para la explosión intelectual y artística que tendría lugar en el norte de Italia en los siglos XIV y XV explosión que se conocería con el nombre de Renacimiento y que supondría el comienzo del mundo moderno. De todas ellas, Florencia fue cuna y trampolín de esta febril actividad, en parte gracias al generoso patrocinio de la familia Médicis, que gobernó durante largo tiempo.
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